Dismaland

Hace ya unos meses que abrió sus puertas Dismaland, la última obra del artista inglés y agitador Banksy, y que cerrará sus puertas este próximo domingo 27 de Septiembre. Mucho se ha escrito y dicho sobre ello…, sin meternos más, os compartimos el artículo Dismaland: en dirección contraria de José Carmona en Diagonal Periódico sobre el tema, con el cual estamos bastante de acuerdo y transcribimos integramente a continuación.

Dismaland (dismal, en inglés, es lúgubre) se ha convertido estos días en la cuna de la rebeldía británica llenando el vacío que Sid Vicious y los mineros escoceses dejaron hace ya muchos años. En la costa oeste del país, en un diminuto pueblo de Somerset, Weston-super-Mare, Banksy, el artista más reconocido mundialmente entre la clase media, ha montado el parque de atracciones de la angustia y de la protesta durante sólo seis semanas. El domingo 27 de septiembre cerrará sus puertas, tras el fin de fiesta musical que Pussy Riot y De la Soul, entre otros nombres, protagonizarán el viernes, en una actuación que ya ha colgado el cartel de “todo vendido”. Por supuesto, que nadie descarte alguna sorpresa de última hora en el cierre del parque. Hablamos de Banksy, conviene tenerlo muy presente.

En un intento de combatir el consumismo cancerígeno que vive el siglo XXI, Banksy alejó su obra todo lo posible de la esquizofrénica capital y ‘regaló’ las entradas a sólo ocho euros (en taquilla estaban al irrisorio precio de cinco). Rápidamente ese espíritu altruista se fue al garete cuando el precio de una entrada en la reventa rondaba los 1.300 euros.

Como si de una final de un Mundial de fútbol, o de un concierto de la filarmónica de Viena se tratase, uno entra en Dismaland sabiendo que se introduce en la historia de un mito, nuestro V grafitero.

La entrada empieza provocando la carcajada instantánea, al encontrarse una sala de detector de metales de juguete, con policías y guardias que te prohiben reír y te hacen abrir la mochila para no mirarla. Ya estás dentro de un juego que cuida hasta el más mínimo detalle.

Por todo el parque te vas encontrando al personal de seguridad con orejas de Mickey Mouse y caras descaradamente tristes, en una burla evidente a Disneylandia. ¿Acaso no es incómodo entrar en una tienda Disney y ver a esa pobre gente forzar la sonrisa 24 horas? Banksy te pregunta sin darte cuenta sobre la felicidad de plástico, y teoriza sobre el aburrimiento del control. Esos mismos seguratas te ayudan a saltarte las colas de espera y más tarde te intentan meter prisa mientras disfrutas de un cuadro.

En la primera mirada panorámica sobre Dismaland uno se encuentra un par de salas a modo de museos, una noria que gira en sentido contrario, un castillo en ruinas y un tiovivo que está más tiempo parado que en movimiento.

El ojo humano disfruta inevitablemente con la estupidez ajena al ver a turistas sobre caballos quietos y oxidados y butacas de noria girando ferozmente en dirección antinatural. El mundo al revés puesto en escena.

Y es que el parque es una crítica a los valores más obscenos de Occidente, pero no se aleja en ningún momento de la sátira contra uno mismo. De cómo sin buscarlo e incluso siendo opositor, todos acabamos legitimando de alguna manera ese mundo que repudiamos.

En una pequeña feria en la que no se ganan premios, uno puede intentar pescar patos de goma mientras el feriante te tira la caña al agua. Hay otros juegos, como un minigolf con obstáculos imposibles de pasar, o un yunque al que intentar derrumbar tirándole pelotas de goma. Eso sí, si lo tiras, el yunque es todo tuyo. En Dismaland, los feriantes te timan a la cara, para variar.

Quien no conozca al artista sin rostro debe saber que su humor y su ironía están ligados a una tremenda frivolidad que no hay que malinterpretar. El castillo situado en el centro del parque está desconchado y defendido por un antiguo carro de combate que el ejército británico usaba en Irlanda del Norte en los años 70. Consiguen así la imagen menos bucólica y más opuesta a Disneylandia que se pueda imaginar.

Al introducirte en este castillo inspirado en el de Cenicienta, descubres una escena que enamoraría a Tarantino. Apareces en una sala oscura con la famosa carroza de calabaza tirada en el suelo, a raíz de un accidente de tráfico, y la princesa muerta. La provocadora imagen sólo se aprecia cuando los flashes de las cámaras que fotografían el cadáver lo permiten. Un claro homenaje a la prensa amarilla y a las fotos de Lady Di estrellada en su coche. Aunque después de tantos años recuerda más al actual filme Nightcrawler. La prensa que critica el artista sólo está interesada en la verdad cuando está manchada de sangre.

Uno de los golpes de efecto más duros de todo Dismaland viene de la mano de la inmigración. El parque ofrece un juego de pateras por control remoto con las que jugar a perseguirse unas a otras, o a navegar tranquilamente. si tal cosa fuera posible. Los europeos controlando el rumbo de las pateras, una vez más. Puedes esbozar una sonrisa al ver el pequeño juego con el que Banksy te está llamando a filas, pero se desvanece al instante en el que ves a dos niños jugar a empotrar las barcas mientras ríen inocentemente. En esos breves momentos sólo esperas que el artista no esté infiltrado entre el público para ver cómo su llamada de atención se malusa por turnos.

No todo mantiene el nivel de la Cenicienta, no todo tiene equilibrio entre humor, oscuridad y desahogo. De los más de 50 artistas que colaboran, quien se aleja de la esencia Banksy acaba por no llamar la atención. Uno de los que mantiene el listón más alto es el dibujante granadino Paco Pomet, con contribuciones maravillosas parodiando las típicas instantáneas heroicas de los militares en busca de la batalla. El otro, sin duda, es Jimmy Cauty con su gigantesca maqueta de una ciudad sumida en el caos. Tampoco olvidan las masacres de Siria y Palestina, con la intervención en el evento de Shadi Al Zaqzouq o Fares Cachoux.

La otra contribución española sonroja un poco más: se trata de la valla de Melilla. Una sala del parque está dedicada a mostrar al público los abusos policiales, frases escalofriantes del manual policial sobre las mujeres y el maltrato a los extranjeros. Se presenta detalladamente la estructura de esta barrera física, sumando además fotos reales con africanos encima de la misma intentando llegar al otro lado. En un trabajo de investigación digno de Pulitzer, Banksy demuestra la relación de multinacionales detrás de la construcción de estas fronteras. Desde Rolls Royce hasta HSBC, empresas muy presentes en el día a día británico.
Para rematar la visita con una dosis de crueldad, deja un espacio final, podríamos decir la última traca, en el que presenta unos durísimos vídeos de mataderos porcinos, mostrando así cómo se consigue la carne que vas a ingerir esa misma noche. Actos imposibles de entender o justificar, y es que ya lo dice el creador de todo esto en una carta a los visitantes más pequeños: “Lo siento, niños, lo siento por la falta de trabajo, la injusticia global y el Chanel nº5”. Dismaland es, en definitiva, echarse agua fría en la cara por las mañanas, es abrir un libro de Galeano o leer a Chomsky. A su manera, Banksy intenta concienciar en la sencilla tarea de cambiar el mundo para que sea irreconocible frente a lo que se ve y vive hoy en día. El único inconveniente es que seguramente todos los allí presentes saben cómo es el planeta en el que despiertan cada día. Por eso, este parque de la tristeza acaba siendo una manera más de lamer las heridas y pensar que uno no está loco. Que, al menos, hay un par de locos más. //”

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Pero parece que el 27 no se acaba… Bienvenu Dismaland Calais!!!!!