makeador

El makeador no se encuentra en una persona concreta, puede manifestarse en cualquier persona que encuentra algo de valor en aquello que otros desecharon.
Es el alterego de la persona, que aparece en el momento que se dispone a realizar la acción del reutilización.
Aparece y desaparece, manifestándose en situaciones transitorias de búsqueda en la vida.

Por ahí corren muchas versiones sobre el verdadero origen del Makeador, de todas las que han llegado hasta nuestros oídos, esta que nos contaron en un camarote, situación cuanto menos extraña y peculiar, parece tener indicios de «autenticidad» y comienza así…

«Los villanos que asediaban la isla ColaBora-Bora necesitaban interceptar al que llamaban “el makeador”. Este era un genio capaz de transformar cualquier terreno lleno de escombros en una barricada llena de objetos surrealistas que impedían el avance y la conquista total de la Isla por los villanos.

Si estos lo pensaban tener fácil, estaban muy equivocados porque el secreto de la identidad del makeador estaba bien guardado por los habitantes de ColaBora-Bora, y es que el gran Makeador era UNA MUJER!

Esta es su historia…

Unos 30 años atrás, llegó a la Isla, una pareja un tanto peculiar. Una mujer extraña ya embarazada de unos cuantos meses con su marido físico Albert McKenzie. El era un inglés aventurero de Birmingham que se había dedicado en viajar por todo el mundo en búsqueda de nuevos materiales que le pudieran ayudar en encontrar la fórmula para crear hogares indestructibles frente a las catástrofes climáticas. Tenía cierta obsesión con los terremotos y los huracanes.

Un buen día, por cosas del destino, el doctor Albert, aterrizó en Afghanistan para realizar nuevas búsquedas sobre nuevos materiales y caminando por una senda piedrosa, se quedó repentinamente fascinado por una mujer tapada que pasaba por allí con un carrito de trastos. Ella se llamaba Aisha y padecía del síndrome de Diógenes. Todas las cosas que se encontraba por el camino, las recogía y las almacenaba en una fosa, que quedaba a las afueras del pueblo. Albert vio allí una gran oportunidad de avanzar en sus búsquedas científicas y directamente pensó en raptarla, pero había un pequeño obstáculo para lograr sus fines. La señora Aisha estaba casada con un marido talibán y no era empresa fácil escaparse con ella a otro lugar.

Día tras día, Albert seguía Aisha sin decir -ni mú- pensando en qué táctica utilizar para arrancarla a su marido posesivo. Realmente, nunca le había visto la cara, pero sí sus ojos y su mirada. Con esto ya se sentía satisfecho. Podía resultar ser muy fea, pero a estas alturas, le daba igual porque sentía que ya la quería. Cuando por fin El doctor McKenzie memorizó cuales eran todos los pasos que Aisha efectuaba cada día de la semana de manera muy rutinaria, decidió elaborar su plan. Colocó una multitud de objetos muy tentadores para Aisha, creando así una ruta que la llevaría cerca de la estación de autobuses, en donde el esperaría su llegada. Aprovechando un momento apartado de las miradas indígenas, Albert McKenzie interceptó a Aisha y le contó en cinco minutos cuales eran sus planes de futuro y le prometió un inmenso hangar solo para ella, donde podría almacenar todos sus trastos tal como a ella le parecería. Frente a esta oferta tan irresistible, Aisha no se resistió ni medio segundo en seguirlo.

Así se fueron juntos de aventura en aventura llegando un buen día en barco, a la Isla de Colabora-Bora. Habían viajado desde Bangladesh donde una chamán que leía en los posos del café, llamada Miah les había contado la historia de una Isla maravillosa donde todo el saber se compartía.

Después de unos meses en la Isla, Aisha y el Doctor Albert Mckenzie dieron luz a una bella niña que llamaron Macarena. Desde pequeñita Macarena mostraba mucha curiosidad por los objetos que traía su madre al hangar que poseía. Se encerraba a veces día y noche trasteando con todo lo que le pasaba por las manos.

Al principio, los niños del cole se burlaban de ella llamándola autista, mientras que la gente de la Isla le acabó nombrado “La pequeña Mak”. Le encantaba escuchar las inquietudes de su padre sobre como crear el material perfecto que les protegería algún día de los huracanes, terremotos y también tsunamis, ya que ahora vivían en una Isla. Claro que aún no lo había descubierto pero cada paso que daba para adelante, lo iba colgando en el árbol del conocimiento para que otras personas pudieran avanzar con sus experimentos.

Todo el mundo quería mucho a la pequeña Mak porque era siempre muy alegre y se lo pasaba bien regalando esculturas y muebles que ideaba en su gran mundo imaginario. La gente le decía por las calles:” ¿Qué, makeadora? Algún invento más?”…

Cuando los villanos llegaron a la Isla, los habitantes de ColaBora-Bora, decidieron hablar de ella en masculino para no levantar sospechas sobre su identidad, porque con tanto ingenio, Macarena se había convertido en una figura de resistencia bastante útil contra los villanos. Construía objetos de defensa muy poderosos a la vez que peculiares que paraban los ataques de los villanos. Hasta que un día Plagio descubrió su identidad y la delató.

A Macarena, “el gran Makeador”, no le quedó otra que huir con sus amigos hackers hacía el submarino indetectable desde el que provocaban pequeños tsunamis sobre las bases de los villanos en cuanto conseguían derrumbar su sistema de protección.

El Makeador era una chica muy optimista y tenía fe en que algún día conseguirían recuperar la Isla de ColaBora-Bora. Antes de huir hacia el submarino, había conseguido colgar todas las recetas de sus muebles, armas y múltiples objetos útiles a base de trastos en las ramas del árbol del conocimiento, sabiendo que la gente las utilizaría y las modificaría para optimizar su rendimiento.»

El Mito del Makeador por Verónica Pérez para HackMito.